DIÁLOGO CON EDUARDO LÓPEZ BANZO
[Entrevista a Eduardo López Banzo, director y fundador de la orquesta Al Ayre Español: "La música provoca la felicidad e invita a la reflexión" ]
"La música provoca
la felicidad e invita
a la reflexión"
"Leonhardt tenía un clavecín por planta. Estudié con él, era como el oráculo"
"Al Ayre quiere ser una orquesta de obras del clasicismo y del romanticismo"
"El colosal esfuerzo que significa montar una ópera de Mozart es muy sugerente"
Eduardo López Banzo (Zaragoza, 1961), director y fundador de la orquesta Al Ayre Español, explica su trayectoria, de intérprete de clavecín a batuta, y anuncia el cambio del grupo hacia nuevos repertorios más actuales
No puedo decir que haya nacido con una vocación muy clara, aunque sí creo que había algo que me atraía mucho: los sonidos. Pero no necesariamente los asociaba al hecho de interpretar un instrumento. He sido un músico muy tardío porque empecé a estudiar música a los quince años, y eso es, en realidad, muy tarde. Lo lógico sería empezar a los ocho años porque es un momento magnífico: recibes mucha información y la asimilas sin ningún esfuerzo. En esa época somos como esponjas, no tenemos prejuicios ni filtros y no hay nada que nos ponga barreras". Así habla Eduardo López Banzo (Zaragoza, 1961), fundador y director de la orquesta Al Ayre Español, que empezó haciendo Música Antigua, deslumbró en toda Europa con sus apuestas por el Barroco, en especial las óperas 'Amadigi' y 'Rodrigo' de Handel, y ahora, va interpretar a autores del clasicismo y del romanticismo, entre ellos a Beethoven. Al Ayre Español recibió el Premio Nacional de Música en 2004.
¿Hubo alguien que marcase su camino en la música?
Llegué a la música, coincidiendo con la muerte de Franco, un poco por azar y por iniciativa propia. Eso sí, cuando desembarqué lo hice con muchísima pasión y muchísima intensidad. Durante muchos años mi vida ha girado exclusivamente alrededor de la música. Hasta me sentí casi obligado a intensificar mi relación con ella en un intento de recuperar el tiempo perdido.
Eligió un instrumento bastante inusual: el clavecín. ¿Por qué?
Es una buena pregunta. Al final he terminado por no dedicarme al instrumento porque me ha interesado mucho más la dirección. Digamos que el colosal esfuerzo que significa para mí montar una ópera de Mozart es muy sugerente. Contemplar una partitura con toda la gente que participa allí, esos cantantes y esa orquesta tan ricos en matices y personalidades, eso es muy sugerente. Esa pasión ha podido conmigo, mucho más que el trabajo de instrumentista que, al final, me ha parecido un empeño laborioso y demasiado solitario. La enorme cantidad de energía que yo llevo dentro prefiero administrarla al frente de una orquesta.
¿Cómo se revelaba esa atracción por los sonidos?
Me interesaba la belleza. Las 'Variaciones Göldberg' (Deutsche Harmonia Mundi, 1978, clave) de Bach, tocadas por Gustav Leonhardt, me marcaron muchísimo. Me siguen pareciendo una obra única, muy particular en la historia de la música, de una intensidad y una complejidad asombrosas. Me quedé tan fascinado que quizá por eso decidí tocar el clavecín. Tuve la suerte de encontrar esa magnífica versión de Leonhardt, es una de sus grandes grabaciones y pasará a la historia. Lo ponía como si fuera un 'mantra', porque de hecho, creo que es una música que te la pones y es como si fuera un 'mantra'. Va entrando y te va comiendo el seso, te hace conectar muchas cosas entre sí. Es una música que te hace reflexionar.
El azar es bello. Estudió en el Conservatorio de Zaragoza y al final dio clases con Gustav Leonhardt. ¿Cómo fue la experiencia?
Sí. Primero estudié en Zaragoza con José Luis González Uriol. Y luego, también con su ayuda, llegué a las manos de Gustav Leonhardt. Estuve con él en Ámsterdam, donde vive, de 1984 a 1986. Él te daba las clases como si fueran lecciones particulares en su propia casa, aunque era profesor del conservatorio de Ámsterdam, que apenas pisaba. Es un nuevo aristócrata del siglo XX, en su porte y en su forma de ser. Su casa es muy grande y está llena de antigüedades. Hay un clavecín en cada planta. Tener una clase con él era como encontrarse con una especie de oráculo. Él se sentaba a diez metros de distancia en un sillón, te dejaba tocar y luego se levantaba y se acercaba a ti para decirte un par de cosas. Luego se volvía a ir a su butaca. Era como si quisiera aislarte en tu mundo para que hicieras música. Fue un privilegio tenerlo de profesor.
¿Cómo era su vida cotidiana? A veces parece que los músicos vivan como en una burbuja.
El instrumentista necesita entregarse obsesivamente al instrumento, exige muchísimo sacrificio y dura toda la vida, además. El resto del tiempo salía con mis amigos, iba al cine, me encantaba salir de copas, pero muchas veces menos que los demás.
Usted dice en su currículo que no es musicólogo. ¡Con lo que ha investigado en archivos y bibliotecas a la caza de repertorios!
He tenido que sacar muchas conclusiones para hacer lo que hacía. Quiero decir que llegar a una interpretación, por ejemplo, de la música del Barroco de España, que es lo que en su momento nos dio fama, vino a través de mucha reflexión sobre lo que estaba investigando o escribiendo, sobre lo que veía en los archivos y la documentación que pasaba por mis manos. Es curioso: realmente hubo una pasión súbita por el Barroco español. Esto viene por Gustav Leonhardt; me dijo: "Bueno, si vives en España haz Barroco de tu tierra, ¿no?". He pasado muchas horas en archivos aragoneses y españoles, en México, Guatemala...
En el año 1988, cuando yo lo conocí y fundó Al Ayre Español, ya parecía muy seguro de sí mismo…
Leonhardt asistió al primer concierto, me dio un abrazo y me dijo: "Esto es". La primera gira de Al Aire español fue una gira con música aragonesa del Pilar, de La Seo. José de Nebra, que sería tan determinante para nosotros, todavía no se había ni olfateado. Es un buen compositor de la España del siglo XVIII. Lo mejor que me he encontrado jamás de Nebra (1702-1768), ha sido 'El Miserere'.
Lo grabaron en 2001, ¿no?
Me sigue pareciendo una obra hermosísima. Cuando la interpretamos y la grabamos en disco, uno de los conciertos fue en el Concert House de Viena, en un festival de música antigua española, y la mayoría de los grupos arrastraban la típica imagen que parece que intentamos perpetuar de España y de su música que es la percusión, como si fuéramos los indios sioux. Al final apareció Al Ayre Español, que traía el 'Miserere', una obra de quitar el hipo, tal como escribió un crítico. El director de la Concert House de Viena vino y me preguntó de dónde había sacado aquello. Y yo le dije que estaba al lado de mi casa, en Zaragoza, y que el compositor había nacido en mi provincia.
¿Cómo definiría los archivos de La Seo y el Pilar respecto al legado musical?
Lo mejor del archivo prácticamente ya se conoce. También yo pienso que se habla de los archivos de las catedrales como si fueran archivos de joyas, y no es así. Hay mucha música que merece quedarse quietecita donde está. Creo que hice ya en su momento el trabajo que tenía que hacer, poner el dedo en la llaga de los aspectos importantes y vamos a seguir haciendo más Barroco español, pero la verdad es que ahora me interesan mucho más otros terrenos. Tenemos que abordar otro tipo de repertorios y de cosas.
¿Qué cosas?
Al Ayre Español quiere construirse desde el prestigio que ya tiene como orquesta haciendo Barroco, el prestigio que ya tiene internacionalmente a raíz de esas dos grabaciones de Handel, 'Amadigi' y 'Rodrigo'. Estamos preparando para el año que viene un proyecto para ir a los festivales más importantes de Handel y de otros registros que hay por todo el mundo. La ópera se llama 'Imeneo', un personaje mitológico, y trata de los problemas matrimoniales. Una ópera magnífica y muy poco tocada. Seguiremos con Handel, desde luego, pero el objetivo que está tomando la orquesta ahora es muy claro: Al Ayre Español desea transformarse en una orquesta de música sobre todo del clasicismo y del romanticismo.
Otro salto casi sin red, ¿no?
Hemos puesto ya en marcha la maquinaria. Hemos hecho una ópera de Mozart ya el año pasado, 'Cossi fan tutte', vamos a hacer 'Las bodas de Fígaro' este año que viene… Y ahí estamos, demostrando que la orquesta puede abarcar ese clasicismo con gran solvencia. Llegarán otros programas, avanzando un poco sobre el terreno de los orígenes de la sinfonía, de las primeras sinfonías de Haydn, pasando por las de Mozart, hasta llegar a nuestro gran objetivo, que ya tiene fecha e incluso promotor para traerlo a Zaragoza, que es la Primera y la Segunda Sinfonías de Beethoven.
¿No se volverán locos?
Al contrario: estos repertorios enriquecen. Ese será el siguiente paso. Y lo haremos con instrumentos históricos o copias de época. Debemos plantearnos cómo se ha interpretado esa música, cómo se ha hecho, el contexto. Hoy en día casi no hay festivales que programen una obra de Bach y que no inviten a un conjunto con instrumentos históricos porque se ha demostrado que dan ese color, esa carnosidad, esa ternura y esa dulzura que tiene esa música.
¿Cómo define su manera de dirigir, sin batuta además?
No soy un robot, hago música y me gusta hacer música. Me gusta escuchar lo que tengan que decir los músicos. Un director debe tomar decisiones, es cierto, pero no me gusta la imagen tradicional del director como una especie de dictador. Me gusta que me vean como un colega, como una persona que hace música con ellos. Creo que la música está ahí para hacer felices a los demás. La música provoca felicidad e invita a reflexionar. Yo no la concibo como una cosa de fondo. La música se escucha. Me gusta hacer música, independientemente de que sea un trabajo, de que me tenga que esforzar y preparar mis partituras y meter mis horas de trabajo en búsqueda del carácter más científico y exacto de nuestro oficio
¿Qué hay de su tan elogiada perfección enfermiza?
No es para tanto. Con Al Ayre Español lo que sí he querido siempre es tener el suficiente tiempo de ensayos. No es aquello de juntos, afinados, y basta. Quiero llegar a más, siempre quiero llegar a más, y para eso hace falta tiempo de ensayo. Tenemos suerte. Por una parte está el gran apoyo que nos otorga el Gobierno de Aragón, por podemos hacer unos ensayos como Dios manda. Tenemos una ayuda de 300.00 euros al año. También contamos con el apoyo y el compromiso del Ayuntamiento y el Auditorio de Zaragoza, que nos otorgan una subvención. Y tenemos un acuerdo para dar un par de conciertos al año en el Auditorio, algo que nos encanta, y ensayar siempre que se pueda. Por supuesto que nos gustaría contar con más apoyo del Ministerio de Cultura.
El clavecinista en el tejado. Eduardo López Banzo subió a la terraza del Gran Hotel, y desde allí contempló la línea del cielo de Zaragoza y la colmena de tejados del barrio de San Miguel.
Residencia en Zaragoza, el barrio, la brisa de Bomarzo
"Resido en la ciudad donde he nacido y en la que me encuentro muy a gusto, en la que tengo muy buenos amigos, familia, y me parece que aquí se vive muy bien. Se vive estupendamente. Zaragoza es una ciudad que está muy bien comunicada. Es una ciudad tranquila que todavía no ha llegado a ser un monstruo, aunque lleva camino de serlo", dice Eduardo López Banzo, que ha tocado con su prestigiosa orquesta en los lugares más importantes de medio mundo. Es reclamado una y otra vez para dirigir orquestas, y su agenda está repleta de proyectos. Insiste: "Me gusta mucho el parque Primo de Rivera, que es magnífico. Me gusta todo el entorno de mi barrio de San Miguel, me parece una preciosidad, a veces es un poco como un pueblo. Todo el entorno de la la Exposición Hispano-Francesa de 1908 me resulta uno de los lugares con encanto de Zaragoza". Suele visitar dos librerías, Cálamo y Pórtico, y dice que de música solo "oigo lo estrictamente necesario. Los músicos nos volvemos personas que necesitan silencio. Hay gente a mi alrededor que quiere poner música y les digo que paren, que estoy saturadísimo. Porque tengo un problema y es que cuando oigo música la escucho, y al final llega un momento en que si escucho melodías, sonidos, aunque no lo quiera, me pongo a trabajar.
Me interesa el jazz, pero al fin y al cabo lo que te gusta es encontrar un paraje con pinos, y que oigas solamente la brisa acariciando los pinos y basta. Esa es la música que queremos oír los músicos". Ha sido un devoto de Marguerite Yourcenar: "Hay un sitio en Italia donde siempre me gusta volver que es Bomarzo, porque la novela de Mújica Láinez me cautivó totalmente y en cuanto pude fui a conocer ese palacio. Hubo un momento en que Marguerite Yourcenar me volvió loco". Otra de sus principales aficiones es la pintura, que le ha servido de referencia para los montajes. "Para mí la pintura es como la música, cuando la veo es como si la oyera. Y viceversa: me cogerás muchas veces en ensayos hablando de imágenes. Y luego veo imágenes de una pintura en la música".
*La foto de Eduardo López Banzo es de Luis Montes de Oca. López Banzo ha pasado recientemente por el programa 'Borradores'.
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