LABORDETA, VISTO POR MARIANO GISTAÍN*
Lúcido, escéptico, socarrón y melancólico, José Antonio Labordeta ha estado siempre en la lucha política. Fundador de la revista Andalán y del Partido Socialista de Aragón (PSA), se ha presentado varias veces a las elecciones por partidos de izquierda. Ha sido diputado de las Cortes de Aragón por la Chunta Aragonesista, cargo que abandonó al ganar un escaño con la misma formación en el Congreso de los Diputados en 1999. En Teruel comenzó José Antonio Labordeta su actividad más pública: la de cantautor. Como dice el propio José Antonio “De chaval cantaba. Cantaba cosas mejicanas y argentinas hasta que un día, un geólogo holandés, en una de esas hermosas noches montañeras, nos cantó un texto de un tipo llamado Brassens. ¿No conocen ustedes a Brassens? Nosotros, aquí, en este país, y allá por los años cincuenta, no conocíamos a nadie. En mi primer viaje a Francia me traje –escondido en lo más hondo- un disco de Brassens. Lo escuché hasta la saciedad y después, años después, comienza esta historia como homenaje a ese gran tipo que sigue siendo Georges Brassens. Y fue en Jaca, al final de una esperpéntica reunión en casa del ilustre fotógrafo Tramullas, tras de un recital enloquecido de Pío Fernández Cueto, absurdas teorías sobre la utilidad del magnetófono de Pedro Marín, y cachondeos subterráneos de mi hermano Miguel, fue, digo, después de toda esa barahunda y hartos de vino, de rabia, de agosto y de amargura cuando, metidos en un chalé deshabitado, empecé, a voz en grito, a hacer mi primera canción, que luego nunca canté.”
Fue en 1968 cuando surgió lo que se denomino años más tarde “Canción aragonesa”, con Labordeta, Joaquín Carbonell y Cesáreo Hernández, todos ellos residentes en el Colegio Menor San Pablo, y fruto de ese esfuerzo común surgió el primer disco conjunto.
La primera actuación de Labordeta fue en el pueblo turolense de Jorcas en el año 1975, desde entonces no ha faltado nunca a la cita. Ya en los años ochenta, Labordeta solicita una excedencia y abandona la docencia, dedicándose a los recitales (ahora con mayor acompañamiento musical), al columnismo periodístico y, eventualmente a la interpretación (cine y televisión, principalmente); después anuncia su retirada de los escenarios (el 4 de octubre en un concierto de despedida en la Plaza del Pilar de Zaragoza), pero sabe que está condenado a seguir cantando, aunque tampoco él conozca la razón. Y así, incluso cuando la canción de autor parecía haber pasado a mejor vida, su voz siguió levantando ánimos y lágrimas escondidas. Aguantó modas y modos y modales más o menos intempestivos, alcaldes y pueblos, renovó canciones para seguir cantando las mimas, las que todos sabían, porque el canto es un ejercicio colectivo, catártico, que precisa de un sacerdote que realice la liturgia, trabajó como realizador de televisión con los excelentes reportajes que son Un país en la mochila, donde paisajes y hombres se funden en el misterio de cada atardecer, aguantó carros y carretas hasta verse – todavía sin creérselo demasiado – en el Congreso de los Diputados de la calle San Jerónimo de la Villa y Corte como una de las señorías más requeridas y queridas, solicitadas y solícitas.
Así fin de milenio y principio de uno nuevo nos auguran mucha vida en un personaje que, a sus sesenta y cinco años, sigue proclamando que Aragón fue un invento de Eloy Fernández Clemente, en una tarde-noche de nostalgia depresiva.
Mariano Gistaín
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